Por fin hemos conocido la propuesta de presupuestos generales para el año que viene. En la entrega ritual a las puertas del Parlamento ha variado la puesta en escena: ya no hay cajas con miles de folios, sólo un lápiz de memoria, pero lo que apenas ha cambiado ha sido el contenido: ese tranquilo continuum donde se podrían intercambiar sin problemas, las firmas de Solchaga, Solbes, (Rato!¡) o Elena Salgado. Una vez más no ha habido sorpresas, los que nos dejamos llevar por los radicalismos verbales de Blanco o del propio Zapatero nos hemos vuelto a llevar otro chasco, uno más en esa propensión tan humana de confundir el deseo de un verdadero proyecto socialdemocráta con la cruda realidad del partido que detenta el poder.
Las principales líneas de los PGE que se empezaron a publicitar el pasado sábado no sólo nos parecen una oportunidad perdida para contrarestar la desigualdad rampante a la que se encamina la sociedad, sino un proyecto que nace sin lo que tendría que ser su componente principal: la capacidad anticícilica. Para nuestro juicio, estos presupuestos - a falta de la previsión de la inflación que seguro situará en el 0,4%- combinan las peores recetas para atacar las causas de la crisis: un empobrecimiento de las clases populares a través de lo que es una verdadera contrarreforma impositiva y la falta de estímulo económico por un gasto público increiblemente restrictivo.
En cuanto a la enésima reforma del sistema de impuestos, permanecemos en un estado permanente de estupor. La deducción de los 400 € que se ofrecía así ganaras 900 que 9000€, se vendió hace escasamente un año como estímulo al consumo familiar con efectos agregadores para la economía nacional, ahora es una pesada rémora que no sirve para nada; los que ganan nueve mil al mes no lo notarán pero los que ganamos 1000, 33 euros al mes más los ciento y pico de los centanares de EREs van a comprometer nuestras decisiones de consumo. A esto se le sumará la subida del IVA, otro despropósito que recaerá sobre los lomos de los trabajadores. Como contrapartida, los poseedores de capital no sólo no van a contribuir (la subida del 2% opera a partir de cantidades imposibles) sino que se les regala un 5% del Impuesto de sociedades. En los últimos años el impuesto de sociedades se ha rebajado en diferentes ocasiones un 10%, lo que no ha impedido la oleada de cierres y quiebras y la crisis más profunda que conocemos; las empresas que no tienen beneficios no pagan pero a las que les sigue yendo bien recibirán un regalo de cerca de 700 millones.
Deducción de 400 euros y supresión del impuesto de sociedades eran dos promesas electorales cumplidas por el actual gobierno. A la hora de recaudar, el gobierno ha preferido castigar a sus millones de votantes antes que a esos pocos miles de contribuyentes con toda clase de bienes inmuebles a los que les gusta ir al Orfeó o asociarse a la FAES. Sin duda es un gran paso atrás en la oportunidad de nivelar las rentas pero es una pésima noticia para salir de la crisis. Al aumento de la presión fiscal para las clases populares hay que añadir un impacto muy moderado en la recaudación fijada en sólo 6.500 millones de €, una contribución a todas luces insuficiente que no servirá para contener el defícit público. Ni contiene el defícit público ni convierte este presupuesto en los presupuestos expansivos que el Estado español necesita. Así, el gobierno presenta un presupuesto que significa un recorte del 3,9% en ralación al año en curso, donde la oferta de empleo público se reduce a cifras ridículas y donde a pesar de tanta cohartada propagandística, el gasto social pasa del 52,8% al 51,6%; por contra sólo destina el 6% para cubrir el servicio de la deuda pública. A nuestro juicio, esta combinación de empobrecimiento relativo de la gran masa social, junto a un gasto público que renuncia a la expansión (ya sea por la cortedad de miras de la reforma impositiva o por el santo temor al defícit) es la garantía de que la OCDE no se equivocará esta vez con las predicciones para el Estado español. El consumo interior continuará deprimido por el ritmo decreciente de las rentas salariales y el más que probable aumento de la inflación por la subida del IVA; los empresarios segurirán sin atreverse a invertir y tendrán sus bienes muebles a buen recaudo en las multimillonarias Sicav u ocultos en ese 20% del PIB en economía sumergida a la que a la hacienda pública no parece importar y los llamados correctores automáticos (por el aumento del paro y la picaresca de los empresarios) se comerán las previsiones presupuestarias en una atención tan necesaria como inútil para crear riqueza.
En fin y para acabar resumiendo, si el gobierno no ha querido extraer los recursos de donde están (en las rentas altas) al menos tendría que haber tirado de defícit público. El nivel de defícit actual es todavía aceptable y el nivel de endeudamiento es francamente bajo. Que un estado dedique el 6% al pago de la deuda no es tan importante si se compara con el nivel de endeudamiento de las familias que roza el 50%; que el déficit haya crecido del 1 al -5,6% actual no es sino la causa de años de políticas macroeconómicas neoliberales que no han fortalecido la economía. En esta coyuntura actual se desatiende lo que, a nuestro juicio, constituiría la gran harramienta contra la crisis: el gasto social y el empleo público, ese diferencial de hasta 15 puntos porcentuales con el grupo de los 15 más desarrollados de la UE, que obligatoriamanete se debe medir en enfermeras/os, médicos, jueces, maestros/as, inspectores/as de trabajo (sobre todo esto último, por favor), inspectores de hacienda, etc. y que no ha sido atendido en 3o años de democracia. Pero el camino elegido es el contrario. Es probable que se deba improvisar a prisa y corriendo un nuevo plan E, mientras la Ley de la economía sostenible se encaye en el sexo de los ángeles, pero lo más terrible es que este castigo a las propias bases sin un horizonte de recuperación económica a la vista, allane el camino a los testaferros de las clases dominates, a los del PP y a los de CiU, claro, que acabarán de sangrarnos sin compasión.
Saludos a Paco Fernádez de Syntesia y disculpas por no poder iniciar la polémica, el tiempo manda (como tu blog que ha vuelto tras las vacaciones a la inactividad). Nunca rehusamos un buen cruce de comentarios, quizás ahora sea al momento.
En la foto la viceministra Elena Salgado con los dirigentes de CCOOy UGT. Los presupuestos para 2010 han dejado helados a los dos sindicatos.
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