
A pesar de algunas incursiones en la crítica económica y política el ámbito mayor de este blog es la discusión y la reflexión sobre este fenómeno antiguo que es el sindicalismo. Pocas veces se brindan ocasiones tan oportunas para iniciar un debate como el que hoy mismo nos ha ofrecido José Ródríguez en su blog
Observatorio de Ciberpolítica de Joselito en su artículo
El sindicalismo radical de los privilegiados. Huelga decir que soy un seguidor asiduo de sus publicaciones y admirador de sus artículos socio-económicos que suelen mostrar un gran aparato documental y una vasta cultura económica; también siguo su particular lucha contra el cambio climático y los negacionistas, así como su cariño por las montañas de los Pirineos. Sin embargo, suelo disentir cuando el compañero Jose se detiene a reflexionar sobre
temáticas sindicales.El artículo de J., Rodríguez viene a cuento de dos importantes acontecimientos que se celebrarán mañana: la jornada del 7 de octubre por el Trabajo Decente y el paro parcial de los autobuseros de Barcelona. En trazos muy gruesos, en el artículo se alaba la dinámica de los sindicatos mayoritarios para cargar contra lo que él llama sindicatos radicales, corporativos o pseudorrevolucinarios. Para entrar en harina diré, que a mi juicio la publicación de Rodríguez comete el error de mezclar herramientas de análisis insolubles. La dinámica de analizar el mercado de trabajo como monopsonios, monopolios de ofertantes/demandantes de trabajo, propia del análisis económico y con una fuerte pretensión a considererarse disciplina científica, cuantiflicable y objetivable, casa mal con utilizar otro concepto como "sindicalismo de clase" o dicho con más propiedad clase, proveniente de la economía política (filisofía) que por su carácter epistemológico da lugar a multitud de enfoques y subjetividades.
Si se afirma que hay sindicatos de clase se presupone que es porque hay clases sociales, por lo cual sólo es válido reiniciar el análisis desde esas coordenadas, o bien para defender la clase propia o criticar las demás con la que se esté en competencia. Por lo tanto ya no es válida la crítica desde un determinado proyecto político que se defina interclasista, porque podrá defender los intereses (o no) de la ciudadanía pero no los de una determinada clase social.
El análisis de Rodríguez repite esa antiguo análisis socialdemocrata que viene del siglo XIX donde se intenta vincular los intereses de un único sindicato con los de una clase social y donde todo lo que supere por la izquierda se considera lumpen o infantilismo revolucionario (la foto de Lenin que glosa el artículo es sintomática). Sin embargo, la clase social, la clase trabajadora en nuestro caso no tiene una única reformulación, sino multiples en función de la evolución compleja de la sociedad. A mi juicio la organización sindical no se vehicúla tanto por factores exógenos como el carácter funcionarial o la esencialidad del sector en cuestión, como por las dinámicas sociales precedentes. Este hecho explica mucho mejor las situaciones tan dispares que se pueden dar por ejemplo, de un servicios de autobuseses de una ciudad a la de al lado, o las diferencias abismales de empresas de un mismo grupo. Yo siempro recuerdo el caso del Grupo Philips en Catalunya con tres empresas emblemáticas en el movimiento obrero catalán: Lámparas Zeta, Novalux la Garriga y Miniwat. Las tres tenían convenios de empresa, aunque el peor era el de Novalux, controlado por los sindicatos de clases (en terminología de Rodríguez); el mejor convenio con diferencia era el de Miniwat controlado por un sindicato "pseudorevolucionario". Miniwat fue la última en cerrar. No importaron los costes salrariales en decisiones de la multinacional, pero la fuerte organización y combatividad de los trabajdores de Miniwat hicieron que fuera el último cierre y con las mejores condiciones -con diferencia- de todo el grupo. Por otro lado, conozco servicios esenciales como la recogida de basuras en distintos pueblos, donde a pesar del carácter público, las condiciones laborales son penosas. La radicalidad o moderación trasciende el carácter público o privado del empleador. En muchos casos la radicalidad viene de esas concentraciones obreras que se curtieron en las luchas del tardofranquismo y que han mantenido tradiciones en deshuso y en la actuliadad en sectores donde el sindicalismo de comité de empresa es incapaz de ser útil a los/as trabajadores/as.
Definir que la orientación de un sindicato de clase es la adecuada convirtiendo las demás opciones en corporativas es inadecuado. El modo de funcionamiento basado en la representación centralizada, alejada del centro de trabajo, tendente a la negociación de grandes convenios es una opción, quizás la única que podemos hacer en estos momentos, pero no es exclusiva. El hecho de que ciertos sectores tengan mejores condiciones salariales que el resto no es un demérito suyo sino nuestro, que permite que a pesar de décadas de convenios sigan habiendo trabajdores/as que cobran 700 €. Contraponer incrementos salariales a creación de empleo/destrucción es un axioma liberal que no ha quedado demostrado. Los sectores o empresas sindicalizados (por más que se intente nunca se está hipersindicalizado) no sólo tienen mejores niveles salariales sino un mayor control de la contratación: son capaces de erradir la precariedad, etts, y obligar a las empresa a relizar contrataciones buenas en los momentos oportunos, situación que merece tenerse en cuenta. Si hablamos desde el punto de vista de la clase trabajadora siempre hemos de desear que un conflicto se resuelva a favor de ella. Contraponer las luchas de un colectivo frente al conjunto de la clase trabajadora no hace sino debilitar el poder sindical unitario, y en el caso de Autobuses de Barcelona prefiero fijarme en la cantidad innecesaria de ejecutivos o en las altísimas retribuciones que cobran la mayoría de ellos. Los sindicatos mayoritarios renunciaron hace ya tiempo a la apropiación de los medios de producción y a la superación del capitalismo, pero ¿no siguen haciendo gala de la democracia industrial, de la cogestión como marca el modelo sueco? Como sindicalista nunca se deja de pedir lo suficiente y quizás la gran debilidad del sindicalismo confederal español sea la causa del elevado paro en comparación con el resto de europa por la falta de risistencia que ha encontrado el empresariado de aquí para deshacerse de trabajadores a las primeras de cambio para ahorrarse unos dineros extras.
Yo entiendo que hay determinadas luchas que se vuelven un verdadero referente en tiempos como los que vivimos. No se trata de privilegiados, se trata de trabajadores que mantienen a través de la acción colectiva condiciones homogéneas para la clase social, no esa implosión que hace de cada trabajador un salario diferente y una diferencia abismal entre el salario más alto y el más bajo en la mayoría de empresas a pesar de los convenios. Los que sufrimos a diario las humillaciones de los empresarios, no debatimos tanto en función de si una opción es radical o moderada sino en encontrar nuevas formas de organización que nos permitan superar esta situación de subsidiaridad en la que nos encontramos. Los trabajadores de TMB no son tontos ni fanáticos, apoyan la opción que les asegura mayor respeto y les asegura mejores condiciones, como lo pueden hacer los de la SEAT, porque representa un instrumento útil, pero en la mayoría de empresas los comités no sirven para mucho y no cuentan con el apoyo de los/as trabajadores/as, y los convenios son poco más que salarios mínimos que no garantizan la reproducción de una familia obrera. Estos hechos son los que marcan el círculo vicioso de debilidad en la que nos encontramos y la desafección cada vez mayor del común de los/as trabajadores/as hacia los/as sindicatos.
Para mañana yo creo que toca desear que todo salga bien. Que la huelga (es sólo parcial) de TMB salga bien y puedan conseguir mejoras laborales y que la Jornada por el Trabajo Digno sea un éxito de asistencia a la que puedan asistir trabajadores/as aunque no sean delegados/as.
En la foto Nicolás Redondo y Marcelino Camacho en una manisfestación contra el paro en 1977.
Paco López.
(este artículo expresa una opinión personal. NO es la expresión del SOT-UGT)